La Parroquia en Imágenes

27 de marzo de 2010

Reflexión: El Domingo de Ramos

Tema: Que cada día de nuestras vidas sea celebración y bienvenida a nuestro Salvador
Juan 12:12-19


Seis días antes de la Pascua, Jesús llegó a la casa de Lázaro (vs. 1); pero no era el único, muchas otras personas cautivadas y curiosas por el milagro de la resurrección de Lázaro, historia que está en Juan 11:1-44; ese hombre que estando ya muerto cuatro días, sale de la tumba ante el llamado de Jesús. ¡Qué maravilla! ¡¿Cómo no seguir, escuchar, ver y disfrutar de alguien que hizo semejante milagro?! Y allí estaban, disfrutando junto con Lázaro, María y Marta de una cena en honor de Jesús. Marta, como siempre, trabajando para que todo salga bien (vs. 2); pero María, a los pies de Jesús, derrama sobre ellos un perfume muy caro (vs. 3), en actitud de adoración, de admiración, pero también de agradecimiento y cariño por ese que le había perdonado y le trajo paz en su corazón; aunque, a alguien no le pareció conveniente que ella hiciera eso, no porque tuviera un interés constructivo, sino por ver perder la oportunidad de tener una parte de ese capital que estaba siendo derramado allí, estamos hablando de Judas (vs.5); aunque, materialmente, su reflexión tenía un asidero, ya que ese perfume valía trescientos denarios; y cada denario era, en aproximación, un jornal de un día; si calculamos hoy por hoy, que alguien gane Cincuenta pesos hoy (Unos 13 dólares) por día, el precio sería de Quince mil pesos (3.900 dólares). La obvia pregunta es, ¿qué motiva a corazones a no mirar el valor de una ofrenda al momento de ofrecérselo a Jesús?

Todo esto sucedía el viernes, pasa el día de reposo, y el primer día de la semana, para nosotros hoy el Domingo, Jesús sale de la casa de Lázaro, ubicada en Betania, a pocos kilómetros de Jerusalén, (vs.12). Algunos iban con él, entre ellos los discípulos; pero también, cuando la gente, que cuentan los historiadores, eran varios miles que cada año se reunían en Jerusalén para celebrar la fiesta de la Pascua, se enteran que Jesús estaba llegando a la ciudad, empiezan a demostrar una alegría especial, un júbilo general, contagioso; aumentado por los que habían visto los milagros, que contaban todas las cosas especiales y maravillosas que vieron y escucharon de Jesús; y parece que lo contaban con un entusiasmo que se transmitía de uno a otro de manera contagiosa.

De manera espontánea, cortan palmeras, y tienden su ropa en el camino para recibir y celebrar a este ser poderoso y especial que estaba viniendo (vs.13); lo recibían como ese rey poderoso, ese Mesías esperado por tantas generaciones, que ¡por fin! Traería la justicia, la libertad y la paz universal, virtudes que todos los hijos de Abraham eran dignos herederos en virtud de esa circuncisión y profesión de fe en la Ley de Moisés. Anhelaban que ¡por fin! Esos odiosos romanos y todas las potencias se inclinarían ante el poder judío, y se cumpliría la promesa hecha a David, que siempre habrá un rey de su dinastía gobernando en Israel, brindando bienestar y una excelente calidad de vida.

Pero, ¿qué pasa? Jesús entra montado en un burrito (vs.14). ¿Un rey conquistador, entrando así? Claro, el venía en son de paz, en son de ser servidor, servidor y salvador, en virtud de su misión, la de morir en la cruz para salvación de los hombres, proclamando que su reino no es de este mundo. Además, en cumplimiento a la profecía de Zacarías 9:9, dando cumplimiento a la Escrituras, demostrando en la práctica que era ese Mesías esperado, y afirmando la unidad de las Escrituras, el Nuevo Testamento como cumplimiento del Antiguo Testamento. Todo esto desorientaba a los discípulos (vs.16), que tenían en su interior una lucha enorme; no comprendían como es que Jesús no usaba su poder magnífico para instaurar algo distinto, al fin y al cabo, había resucitado a un muerto luego de cuatro días de enterrado; no comprendían que Jesús había dicho que tenía que morir; les costaba despegarse de la visión de todos los demás, Cristo no vino para conquistar reinos terrenales, vino para obtener victoria, pero sobre el pecado, la muerte y el diablo.

Fue un día de algarabía, pero no era sólo en un sector de la ciudad, sino que toda Jerusalén se sintió conmovida, todos se enteraron, todos podían escuchar. Unos de los grupos que se manifestaron en contra, fue el grupo de los fariseos, que veían como la multitud seguía a este Jesús, viendo en él un peligro para sus intereses, pero, a su juicio, también a los intereses de la nación.



Hoy, 2010, también celebramos el Domingo de Ramos, una celebración muy especial. Si podemos unir los acontecimientos de ese momento de Jesús, podemos inferir que también, cada día Jesús viene a nosotros, que desea ser recibido con algarabía, con entusiasmo, en virtud de lo que trae; pero también en virtud de lo que somos; imperfectos, necesitados,; en virtud de los que nos puede convertir, en seres distintos, libres y con una buena existencia., presente y futura.

Esta obra de Dios en nosotros, este salvarnos, este rescatarnos, este proveer para cada día de lo necesario, ese obrar especial a través de los pequeños milagros cotidianos que podemos ver; produce en nosotros una actitud de adoración y de agradecimiento, tal como lo había en María, la hermana de Lázaro, que no importa el valor material de nuestra ofrenda que damos, no sólo pensando en algo material, pensando en el tiempo, el servicio, los dones, el consejo, el tiempo, el amor que se brinda al prójimo. Este entusiasmo que despierta en nosotros por la obra de Dios, que no podemos parar de contar lo que Dios hizo y hace en nosotros, en nuestra vida, en la familia, en el trabajo, en el grupo de amistades; en fin, en todo donde podemos estar, y aún más allá.



Cristo viene a tu vida, pero no viene a destruirte, no viene a anularte ni emocionalmente ni intelectualmente, sí viene a darles una nueva dimensión; y viene a restaurar aquella esfera que el pecado anula y domina, la espiritual, Deja que este Cristo le de un valor especial a tu existencia, que en este Domingo de Ramos puedas alegrarte por Cristo que viene a tu vida. Feliz Domingo de Ramos,.

Pastor Carlos Brinkmann

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