Encontramos
en este texto la grandeza del Señor, que comienza llevando a los israelitas a
que miren para atrás, hacia el pasado, y puedan observar las obras que hizo con
autoridad y potencia. En el versículo habla de las “señales y obras”, las 10 plagas (Agua en sangre, la oscuridad, la
plaga de langostas, etc), hechos sobrenaturales que no fueron hechos por mano
humana; en vs. 4, el cruce milagroso del Mar Rojo; en el vs. 5 les hace
recordar el viaje en el desierto guiándolos con la nube de día y la columna de fuego
en la noche, alimentándolos con el maná, las codornices y agua de una manera
milagrosa.
Ahora,
cambiando la óptica de la mirada, los lleva a observar el futuro, en el vs. 9
les pone por delante la promesa de la Tierra Prometida, que tenía grandes
diferencias con Egipto. En Egipto dependían del crecimiento del río Nilo, que
cuando descendían las aguas, quedaba un sedimento fértil, apto para los
cultivos, y se aprovechaba ese mismo río para regar los plantíos, ya que las
lluvias eran muy escasas; pero, también debían soportar la esclavitud, el
trabajo explotador, vivir en un territorio ajeno, hostil a ellos, sin un
futuro, ni económico ni espiritual. Sin embargo, en la Tierra Prometida, Canaán,
encontrarían la libertad para vivir y desarrollarse como nación y como
personas; vivirían el progreso económico y social; vivirían en algo que les
pertenecería por siempre; donde hay abundancia, tal lo que figura con lo del
fluir la leche y la miel; y las lluvias propias y abundantes en su tiempo
debido.
Pero les
advierte de un peligro, de ir tras falsos dioses, estos no tienen vida, no
responden, no hacen obras como las que hace Jehová; ya que, por detrás de ellos
está el gran engañador, Satanás.
Nosotros
sabemos lo que ofrece Satanás, las ataduras a miedos, pesares, tristezas,
vicios; el gobierno de la angustia; el dominio de la maldad, lo podemos ver en
nuestro día tras día; un universo centrado en el egoísmo, el yo como valor
preponderante; la destrucción de toda la armonía y la belleza que proviene de
Dios; la desunión y las rencillas, culminando en las guerras atroces; la
separación del Creador llevando a la muerte espiritual; entre otras tantas
cosas.
Sin
embargo, contraponiendo ese presente negativo, Dios aparece ofreciendo la
Tierra Prometida. Y para nosotros también está prometida la Tierra especial, en
lo sicológico, nos brinda la libertad de pensamiento, no atados a lo
destructivo; una mente limpia, sin segundas intenciones; con una sabiduría
especial; y con la capacidad de encontrar el equilibrio. En lo corporal, la
sanidad especial; el descanso que brinda la paz; la disposición para enfrentar
con alegría la vida; el bienestar de la amistad profunda; y también la prosperidad
económica. En lo espiritual, la mayor es la salvación; la vida eterna, el estar
con Dios para siempre; la paz de no tener conflictos; el amor verdadero y los
dones espirituales.
¿Cómo
será nuestra reacción a lo recibido?
Tomando
como base el versículo 18, grabar a Dios y sus palabras en la mente; y vivir de
acuerdo a lo grabado.
En el
versículo 19, enseñar a los hijos, en todo lugar y en todo momento.
En el
vs. 20, vivirlo como familia en nuestro barrio.
Vs. 21,
disfrutar de las bendiciones recibidas por el Altísimo.
Dios
nos pone a elegir en el vs. 26, entre la bendición y la maldición, entre la
vida y la muerte. Nos invita a que elijamos la bendición, la vida, que elijamos
vivir la fe a pleno de la mano de Dios.
Pastor
Carlos.
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