La Parroquia en Imágenes

20 de octubre de 2010

JUECES CAPÌTULO 16

JUECES 16:1-23



Siguiendo con la vida de aventuras de Sansón, vemos que no puede dejar de meterse en problemas; se dirige a una ciudad filistea llamada Gaza y se va a la casa de una prostituta. Si bien era una costumbre difundida en pueblos vecinos, no era permitida en el pueblo israelita; pero Sansón no le da mucha importancia a la voluntad de Dios.

Justamente, estos contrarios filisteos deciden capturarlo, pero valiéndose de su astucia y para mostrarles su propia fragilidad, Sansón espera que se vayan a dormir, y sale arrancando las puertas de la ciudad llevándolas cerro arriba, que por cierto, no eran muy livianas.

Posteriormente, Sansón queda prendado de Dalila, una mujer filistea, otra vez yendo en contra de lo razonable y constructivo. Esta mujer, evidentemente, sólo le interesaba el dinero, y no porque Sansón lo tuviera, sino por el acuerdo que le ofrecieron los jefes filisteos de descubrir el secreto de la fuerza de Sansón. Como la falta de prudencia y sabiduría nos enceguece, Sansón quedo ciego, pero por no analizar las situaciones y dejarse llevar por sus instintos y deseos.

Dalila le pregunta cuatro veces de donde venía su fuerza, y tres veces responde con mentiras; ya que cada vez que era puesto en peligro, Dios permitía que usara su fuerza para liberarse. ¡Cuantas veces somos como Sansón!, ¿no es cierto? Jugamos con el pecado, con las cosas que nos pueden destruir espiritualmente, y como cada vez Dios nos abre las puertas para poder zafar; y ¡hasta pensamos que lo logramos por nuestras propias fuerzas; que necios orgullosos que somos los humanos!

Ante la cuarta insistencia de Dalila, Sansón revela la verdad, que su fuerza venía del largo de su cabello. Pero en realidad, su fuerza venía por la elección de su vida que había hecho Dios. El Señor lo había elegido desde antes de nacer para un propósito, para un plan, rescatar del dominio filisteo al pueblo israelita; labor que cumplió a medias. Pero no lo critiquemos, nosotros somos también como Sansón; hechos hijos de Dios desde nuestro bautismo, pero nos cuesta renunciar a las obras de la carne y a las cosas del mundo, estamos con un pie agradando a Dios, y con el otro pie disfrutando de las cosas de este mundo. Y así como Sansón perdió su bendición, tengamos cuidado, también la podemos perder nosotros.

Cuando reveló su secreto, los filisteos lo atraparon, en un primer momento, Sansón pensó que otra vez saldría ileso, pero el versículo 20 dice que su fuerza se le fue porque Dios lo había abandonado. No es que Dios lo dejaba de considerar su hijo, no es que Dios lo estaba castigando, no es que si llegaba a morir iba a parar al infierno; si es que la desobediencia trae consecuencias, el Señor retira su bendición especial sobre su hijo, porque El quiere fidelidad y consagración total.

Sansón es atrapado, encarcelado, torturado, le arrancan los ojos, y lo ponen a trabajar en un molino apenas sujetado con cadenas de bronce, como una burla y también como exponente del poderío del pueblo filisteo; ya que la historia nos dice que una de las civilizaciones que usó el hierro para sus armas, fueron justamente los filisteos; los demás usaban el bronce o el cobre, mucho más débil. Y así Sansón quedó atrapado, con débiles cadenas que no podía romper. Cuantas veces vemos vidas atrapadas por débiles cadenas, fáciles de romper, pero sus vidas tan desarmadas, sin la presencia de Dios, que esas cadenas son irrompibles.

El último detalle de esta sección, versículo 25, nos cuenta que en la cárcel, comenzó a crecerle el cabello a Sansón; quizás un período de un año a año y medio. Período más que suficiente para que Sansón analice, vea, madure, restablezca su comunión con Dios; para que pueda cumplir en su vida el propósito divino.

Entréguese usted también en las manos de Dios para que se cumpla el propósito divino.

Hasta la próxima oportunidad, con el final de la vida de Sansón.



Pastor Carlos

No hay comentarios:

Publicar un comentario