Conocemos
a la conclusión como la frase de cierre de la oración del Padrenuestro: “Porque tuyo es el reino, el poder y la
gloria por los siglos de los siglos.” Sin embargo, cuando nos acercamos a
los evangelios (Mateo 6 y Lucas 11), no encontramos estas palabras. Esta
conclusión se fue agregando hasta formar el cierre de esta oración, no por eso
es menos válida, ya que se culmina esta oración reconociendo, como al principio
con la palabra Padre Nuestro, que todo es voluntad divina.
El
amén, el: “Si, si, que así sea… “es
el reconocimiento y aceptación de cada uno de los ítems que nos identifican en
la oración. Decimos Sí, si, que así sea
cuando decimos Padre, mi Padre, el Padre de todos, por la creación y por
llevarnos a la fe. Decimos Sí, si, que
así sea cuando reconocemos su presencia en todo lugar, su omnipotencia en
el momento de orar que está en los cielos. Decimos SI cuando queremos que haya más personas que santifiquen (guarden)
su nombre, en consecuencia, que haya más cristianos. Decimos SI reconociendo su autoridad y
aceptando su reinado de Poder (La vida misma), su reino de Gracia (La vida de
la iglesia), su reino de Gloria (La vida eterna). Decimos SI cuando nos entregamos a su Voluntad divina, tanto para aquellas
situaciones que consideramos buenas, como para aquellas que nos traen congoja y
sufrimiento. Decimos SI a la seguridad
que Él nos proveerá de lo suficiente en esta vida para nuestro sustento en
todas las aéreas de nuestra vida. Decimos SI
al estar dispuestos a perdonar de la misma manera que Cristo nos perdonó en la
cruz. Decimos SI a su sabiduría
rogando voluntad y obediencia para resistir la tentación a lo malo y discernir
la tentación a lo bueno que proviene de Dios. Decimos SI a la protección divina del poder de Satanás en todas las áreas
que este se mueve.
Este Sí, si, que así sea tiene un precio.
¿Estamos dispuestos a pagarlo…? ¿Cuál es ese precio…? Renunciar a nuestros
“gustos” carnales, personales, mundanales; ya que cuando decimos “Padre”, estamos renunciando a nuestra
autosuficiencia y a la rebeldía contra la voluntad divina. Cuando decimos “Santificado” estamos renunciando a
nuestra comodidad y vergüenza de proclamar su palabra y nos comprometemos con
toda nuestra vida a que haya más almas para Cristo. Cuando decimos “Reino” nos sometemos a la voluntad
divina y renunciamos a la desobediencia, transformándonos en hijos atentos y
sumisos al Salvador. Cuando decimos “Pan
nuestro” renunciamos a la avaricia y al materialismo, actitudes que el
mundo presenta como actitudes y sentimientos nobles, para el cristiano, sin
embargo, son actitudes y sentimientos que no provienen del Altísimo. Cuando
decimos “Perdónanos” estamos
renunciando a la venganza y al rencor y nos comprometemos a sembrar la paz y el
buen entendimiento entre las personas. Cuando decimos “No caer en tentación” estamos renunciando a nuestros “pecados
favoritos”, aquellas actitudes que son contrarias a la voluntad divina pero las
practicamos y hasta las justificamos. Cuando decimos “Libres del mal” estamos hablando de contar con la presencia divina
para enfrentar y vencer al poder de la oscuridad y ser sal y luz en este mundo.
¿Es
posible hacerlo…? Nos dice 1 Juan 4:9-10: “Así
manifestó Dios su amor entre nosotros: en que envió a su Hijo unigénito al
mundo para que vivamos por medio de él. En esto consiste el amor: no en que
nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó y envió a su Hijo para
que fuera ofrecido como sacrificio por el perdón de nuestros pecados” Con
este texto podemos ver que es posible vivir el Padrenuestro con plenitud, y que
el precio humano a pagar es una insignificancia al compararlo con la inmensidad
de las bendiciones que se reciben. Podemos vivir el Padrenuestro en su plenitud
porque: a) Cristo en la cruz nos
perdonó plena y completamente nuestros pecados, trayéndonos a la vida, a la paz
y al bienestar general del ser humano; b)
Por la fe en Cristo tenemos la salvación y estas bendiciones dispuestas para todo
aquél que cree realmente; c) Somos
criaturas nuevas, las cosas viejas pasaron, lo antiguo no “estira” más; d) Y nuestra respuesta es una vida
completamente entregada a nuestro Salvador.
Que
Dios te bendiga.
Pastor Carlos
Brinkmann
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