La Parroquia en Imágenes

4 de enero de 2013

CULTO EPIFANIA (Enero del 2013)


 

Texto base: Isaías 60:1-6

Como Iglesia celebramos la Epifanía, remontándonos a ese momento especial cuando los Magos del Oriente llegan al lugar del nacimiento de nuestro Salvador. Nos cuenta este momento significativo Mateo en el capítulo 2:1-12.

Estos sabios del Oriente, estudiosos de las estrellas, astrónomos dedicados, vieron una estrella especial que apareció en el firmamento; pero la estrella mayor que estaba resplandeciendo en su corazón era el de la fe. Eran personas especiales, no porque eran mejores, o más ricos, o mas dedicados, eran especiales porque el Espíritu Santo había iluminado sus corazones, y mostró con seguridad el nacimiento del tan esperado Salvador de todos los hombres. No sabemos si ellos tenían la plena seguridad de las características del Mesías, ya que fueron hasta el palacio de Herodes, humanamente hablando, ¿Qué mejor lugar para buscar al Rey de los Judíos…? Quizás tampoco comprendían todavía las características del reinado de Cristo; no los juzguemos, muchos hoy tampoco lo comprenden todavía, teniendo mayor información, señales y obras a su alcance, siguen esperando a un Rey terrenal, que les arregle los problemas y no les cambie nada de sus vidas.

Estos Magos, o Sabios del oriente, llegan a Belén guiados por una estrella especial, entran en la casa, detalle a tener en cuenta, ya que no llegaron en el mismo momento del nacimiento, sino un tiempo después, y ofrecen como ofrenda de adoración oro, incienso y mirra. El oro para la majestuosidad de un rey, el incienso como aroma agradable de su nacimiento, y la mirra ya adelantándose a su muerte, ya que la mirra era un aceite usado para la conservación de los cuerpos de los fallecidos.

Otro aspecto llamativo de este momento es que nuestro texto de introducción, Isaías, ya nos había adelantado todo este aspecto. No nos olvidemos que Isaías fue escrito 700 años antes que ocurra ese acontecimiento en la historia, el nacimiento de Cristo y la visita de los Magos del Oriente.

En el vs. 1 de Isaías 60 va preparando al pueblo de Israel anunciando que la luz del mundo, Jesucristo viene al mundo, lleno de gloria y esplendor.  En el vs 2 afirma que a pesar de la oscuridad del pecado que llena a toda la humanidad, esta luz Admirable, Cristo, empieza a brillar trayendo salvación y perdón, que todo esfuerzo humano es inútil ya que de los que produjeron oscuridad no puede salir luz, sino que la luz proviene del que siempre fue la Luz, Dios. En el vs. 3 habla que ese resplandor atraerá a todas las naciones, y el exponente mayor de esta búsqueda de luz lo encontramos en la vista de los Magos del Oriente, hoy lo vemos en esa necesidad vital de la humanidad de encontrar perdón y salvación, sin importar lengua ni nación. En el vs. 4 vemos que será este encuentro un momento y espacio de gran gozo, e incluso aquellos que se alejaron de la luz admirable, tendrán la oportunidad y el momento de retornar, ya que la invitación a los brazos abiertos del Salvador siempre está vigente. En el vs, 5 nos habla del reconocimiento de la obra de Dios, despertando alegría del que se mantuvo fiel al Señor, aún cuando el resto haya dudado o se haya alejado, y el que encuentra esa luz también vive en un gozo tan profundo que no mide su agradecimiento, tanto en su corazón como en su vida, aún despojándose de valores materiales, ya que encontró un valor mucho mas grande, un valor eterno, que opaca los valores terrenales. Y, por último, en el vs. 6, este movimiento será majestuoso y de todas las naciones, pero el mayor movimiento será el de la alabanza, proclamando a todos los vientos las acciones maravillosas de la salvación.

Hoy vivimos la Epifanía con un calor especial, con aspectos trascendentes, en una sociedad convulsionada y necesitada de la luz de la salvación, entre tanto materialismo, amor fingido, sin compromiso, egoísmo galopante, la luz del nacimiento de Cristo brinda respuestas, seguridad, calma y ganas de vivir profundas. Que en esta Epifanía vivas en tu vida la seguridad de la obra que Cristo es tu Salvador. Amén.

 

Epístola: Efesios 3:1-12

Evangelio: Mateo 2:1-12

Guía de la liturgia: Del cancionero “Orden de Culto para Epifanía” (Pagina 16)


ORDEN DE CULTO BAUTISMO DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO

Texto base: Isaías 42:1-9

Un momento trascendental en el ministerio de Jesucristo fue su bautismo. Nos cuentan los evangelios que Juan el Bautista predicaba el bautismo del arrepentimiento de los pecados, aquellos que se arrepentían se bautizaban y vivían en esa paz del Señor. Juan, el Bautista era el enviado por Dios de preparar el camino para la llegada del Salvador, y ante él Jesucristo se presentó para ser bautizado también; podemos ver la duda de Juan cuando pregunta en mateo 3:14: “Yo debería ser bautizado por ti, ¿y tu vienes a mi?”; claro, ¿qué necesidad de arrepentimiento tiene aquél que es santo y nunca conoció la corrupción…? Esto se preguntaría Juan, también nos preguntamos nosotros. Sin embargo, fue necesario que Jesús fuera bautizado, no porque sea pecador, no porque esté bajo juicio, no porque necesite los dones del Espíritu Santo; fue bautizado para nuestro beneficio. Su bautismo remarca el comienzo de su ministerio de predicación y salvación, también marca la sujeción de Cristo a la voluntad del Padre, y, además, el reconocimiento público de la Divina Trinidad a la persona y obra de Cristo, Él es bautizado, el Espíritu Santo se hace visible en forma de paloma y el Padre es reconocido en su voz.

Las mismas palabras que nos cita Mateo 3:17: “Este es mi Hijo Amado, a quien he elegido”; son las del profeta Isaías en Isaías 42:1. Ese nexo de unión entre los dos Testamentos nos señala la continuidad del plan divino, ya que Dios no trabaja al azar o siguiendo los procesos de la casualidad, sigue un proyecto determinado persiguiendo un claro objetivo.

Ese claro objetivo es que en el ministerio de Jesús sea Él que con claridad traiga la justicia a las naciones, sin el uso de la violencia o la imposición, ya que uno de los aspectos de la fe es la libertad responsable; Dios no obliga a creer a nadie, en nuestro bautismo recibimos el don de la fe, es un presente en el cual nos adopta como hijos suyos, nos da de su espíritu y nos hace criaturas nuevas, y en el proceso de santificación nos va transformando para llegar a la estatura de Cristo, pero la persona puede resistirse, puede negarse a esa obra santificadora. Este Dios respeta nuestros tiempos, capacidades, limitaciones y debilidades, y con su poder va transformando nuestras limitaciones y debilidades en su eternidad y poder, que, de tal manera, aún siendo vasos frágiles, albergamos un poder ilimitado, un gran tesoro, como dice la Palabra, ya que todo es única obra de Dios sin participación o colaboración nuestra alguna. El ministerio de Jesús no tiene descanso, su meta final es que todas las criaturas lleguen a la salvación, y nos utiliza, a usted y a mi, para que seamos sus manos, su voz, sus ojos, su corazón en todos los rincones del mundo; fue Cristo en cuerpo que hace más de dos mil años caminó esta tierra, dejó un grupo de discípulos que transformados por el fuego de la fe proclamaron enseñando y viviendo la obra de Cristo; y nosotros somos los servidores en esta época de nuestra vida, así como en el pasado lo fueron otros, y en el futuro otras personas de fe continuarán haciendo lo mismo, hasta que el Señor vuelva.

Así como Cristo, que tuvo una misión específica, que en su sumisión a ese plan perfecto entregó su propia vida en la cruz, así nosotros también podemos responder a ese llamado del Señor que nos dice: “Yo te llamé y te tomé de la mano para que seas instrumento de salvación…”

Cristo fue llamado para sea la señal de la alianza de Dios con su pueblo, alianza de salvación, de nueva vida, ser luz entre todas las naciones. Cuando miramos a Cristo vemos la presencia real de Dios en toda su plenitud, aún bajo una aparente fragilidad humana, que sufre y muere, pero es en esa fragilidad donde se manifiesta el poder de Dios, venciendo al pecado y a la muerte por el poder sin límites del Señor.

Mirando a Cristo, el ciego podrá ver, especialmente al que está cegado por el pecado y no puede comprender ni disfrutar de las maravillas de Dios; el encarcelado por el diablo tendrá la libertad soñada, donde podrá manifestarse y vivir de manera plena su vida sin amenazas ni miedos al castigo; una calidad de vida que nada ni nadie más puede ofrecer.

Honremos con nuestra vida y alabemos a Dios, Aquél que tiene toda la gloria, el honor y el poder, por su santidad, por su misericordia, por su obra salvadora. Alabemos a Aquél que dijo lo que iba a hacer y lo cumple, y con cada uno de nosotros quiere hacer cosas nuevas. Amén.

Epístola: Romanos 6:1-11

Evangelio: Mateo 3:13-17

Guía del culto: Del Cancionero “Orden de Culto para Epifanía”, pag 16

 

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