En su
sermón en el día de Pentecostés, Pedro nos habla de la resurrección como una
realidad en nuestras vidas. En Hechos 2:36-41 son confrontados todos los que
ven ese prodigio del viento recio, de las lenguas de fuego, del don de lenguas
con una verdad, ellos habían sido los que crucificaron a Jesús, lo despreciaron,
lo rechazaron llevándolo a la muerte; sin embargo, Dios lo consagra para ser el
Rey del universo, el Salvador. Cuando oyen esta contraposición: “Ustedes
hicieron vs. Dios hizo”, fue un aguijón en sus conciencias y con el corazón
compungido dicen: “¿Qué hemos de hacer, hermanos”. Es que aún con religiosidad
extrema, aún con conocimiento ven que no es posible vivir la plenitud del
perdón y el descanso del alma, el pecado los aflige. Pedro no les agrega más
religiosidad, o más ritos, o un mejor comportamiento, les dice la verdadera
salida, el convertirse, el dejar el camino de perdición, el retornar a las
fuentes, el acercarse a su Señor. ¿Cómo? A través del bautismo, medio más que
sencillo, pero imprescindible porque es obra de Dios, en el bautismo recibimos
el perdón de los pecados y nos brinda el Espíritu Santo, transformando nuestra
vida en su templo.
En su discurso,
Pedro afirma que esta promesa es segura, ya que Dios cumple, el es firme, no
cambia de opinión y es confiable, esta promesa asegurada en su obra repercute
en nuestros hijos, nietos, en las generaciones futuras. No solamente para
nuestra descendencia, sino para todos, seas rico, o pobre, o pecador o buen cristiano,
la promesa es firme y verdadera, que con Cristo recibimos el perdón de los
pecados y la presencia del Espíritu Santo, el Cristo vivo, el resucitado, el
vencedor de la muerte.
Sin
embargo, hay un jugarse completamente, en el vs. 40 les dice Pedro: “Aléjense
de esta gente perversa”. ¿De quién está hablando…? De aquellos hacedores de
maldad, que sabiendo lo que es malo, igualmente lo hacen, en franco y
consciente rechazo a la voluntad divina.
Esta
promesa, esta conversión, este ser santo, hace que de este mensaje, en ese
mismo día, tres mil personas se convierten; ellos ya habían escuchado, conocían
al Mesías prometido del Antiguo Testamento, y hoy tenían la oportunidad de
recibirlo y ser libres, oportunidad que no rechazaron.
Esto nos
asegura que la resurrección no es un solo hecho histórico solamente, es una
realidad que transforma nuestra vida, especialmente aquel que erra el camino,
estando en esa situación, es Dios en Cristo quien brinda el perdón, con el
Espíritu Santo direcciona nuestra vida; pero no es el aumento de la
religiosidad o aumento de moralidad, sino que es confianza y fe en Cristo, fe
que reciben todos lo que le buscan; el desafío de seguir predicando, aún en
aquellos que, aparentemente, no escuchan, que, por obra de Dios en su palabra, serán
como esos judíos y prosélitos, que confrontados dijeron “¿Qué podemos hacer”?,
Que
Dios te bendiga.
Pastor
Carlos Brinkmann
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