La Parroquia en Imágenes

13 de abril de 2013

La alegría de la resurrección en mi vida





En su sermón en el día de Pentecostés, Pedro nos habla de la resurrección como una realidad en nuestras vidas. En Hechos 2:36-41 son confrontados todos los que ven ese prodigio del viento recio, de las lenguas de fuego, del don de lenguas con una verdad, ellos habían sido los que crucificaron a Jesús, lo despreciaron, lo rechazaron llevándolo a la muerte; sin embargo, Dios lo consagra para ser el Rey del universo, el Salvador. Cuando oyen esta contraposición: “Ustedes hicieron vs. Dios hizo”, fue un aguijón en sus conciencias y con el corazón compungido dicen: “¿Qué hemos de hacer, hermanos”. Es que aún con religiosidad extrema, aún con conocimiento ven que no es posible vivir la plenitud del perdón y el descanso del alma, el pecado los aflige. Pedro no les agrega más religiosidad, o más ritos, o un mejor comportamiento, les dice la verdadera salida, el convertirse, el dejar el camino de perdición, el retornar a las fuentes, el acercarse a su Señor. ¿Cómo? A través del bautismo, medio más que sencillo, pero imprescindible porque es obra de Dios, en el bautismo recibimos el perdón de los pecados y nos brinda el Espíritu Santo, transformando nuestra vida en su templo.

En su discurso, Pedro afirma que esta promesa es segura, ya que Dios cumple, el es firme, no cambia de opinión y es confiable, esta promesa asegurada en su obra repercute en nuestros hijos, nietos, en las generaciones futuras. No solamente para nuestra descendencia, sino para todos, seas rico, o pobre, o pecador o buen cristiano, la promesa es firme y verdadera, que con Cristo recibimos el perdón de los pecados y la presencia del Espíritu Santo, el Cristo vivo, el resucitado, el vencedor de la muerte.

Sin embargo, hay un jugarse completamente, en el vs. 40 les dice Pedro: “Aléjense de esta gente perversa”. ¿De quién está hablando…? De aquellos hacedores de maldad, que sabiendo lo que es malo, igualmente lo hacen, en franco y consciente rechazo a la voluntad divina.

Esta promesa, esta conversión, este ser santo, hace que de este mensaje, en ese mismo día, tres mil personas se convierten; ellos ya habían escuchado, conocían al Mesías prometido del Antiguo Testamento, y hoy tenían la oportunidad de recibirlo y ser libres, oportunidad que no rechazaron.

Esto nos asegura que la resurrección no es un solo hecho histórico solamente, es una realidad que transforma nuestra vida, especialmente aquel que erra el camino, estando en esa situación, es Dios en Cristo quien brinda el perdón, con el Espíritu Santo direcciona nuestra vida; pero no es el aumento de la religiosidad o aumento de moralidad, sino que es confianza y fe en Cristo, fe que reciben todos lo que le buscan; el desafío de seguir predicando, aún en aquellos que, aparentemente, no escuchan, que, por obra de Dios en su palabra, serán como esos judíos y prosélitos, que confrontados dijeron “¿Qué podemos hacer”?,

Que Dios te bendiga.
Pastor Carlos Brinkmann

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