La
segunda petición nos lleva a recordar que formamos parte de un Reino especial.
En esta vida vivimos bajo diferentes gobiernos, pero los cristianos reconocemos
que no formamos parte de este mundo, de este reino terrenal. Quizás alguno se
pregunte, ¿cómo es posible…? No vivo en el aire, tengo mis pies depositados en
la tierra, hay autoridades que determinan cursos en mi vida, ¡Sí estoy en este
reino…!
El
Señor Jesús dijo en su oración especial la noche antes de ser entregado: “Así como yo no soy del mundo, ellos tampoco
son del mundo” (Juan 17:16). Claro está que está haciendo referencia a
aquél que tiene la autoridad en determinado reinado, y acá estaba haciendo
claramente la distinción de una distinta autoridad, a la cuál él no se sometía
cuando decía “…yo no soy del mundo...”
¿De qué mundo está hablando? Del mundo donde la autoridad es la que afirma
Pablo en Efesios 2:1-2 “Antes ustedes
estaban muertos a causa de las maldades y pecados en que vivían, pues seguían
los criterios de este mundo y hacían la voluntad de aquél espíritu que domina
en el aire y que anima a los que desobedecen a Dios…”. Esto en Versión
Popular, la Reina Valera identifica al que tiene la autoridad contraria a
Cristo, a la cual Jesús no se somete, “…el
príncipe de la potestad del aire…” Aquél que con su obra hace que los
hombres desobedezcan a Dios y permanezcan en la muerte espiritual.
Entonces,
en la oración del padrenuestro identificamos que pertenecemos a otro reino, que
hay un reino claramente identificable que marca la contrapartida a la voluntad
divina, y que nosotros nos pertenecemos a ese reino, por más que estemos atados
a las directivas y consecuencias corporales, pero espirituales pertenecemos a l
reino de Dios.
Este
reino de Dios se puede marcar en tres espacios, Reino de Poder, que abarca la
creación, la organización de la naturaleza, la marcha del universo, que tienen
un principio de partida con sus leyes naturales, pero sometidos siempre a la
voluntad especial del Creador. Un segundo espacio, el Reino de Gracia, el
gobierno de la iglesia proclamando el evangelio, donde el amor de Dios es
presentado a la humanidad, rescatándola de la muerte en que se encuentra por
obra del “príncipe de este mundo…” y llevándola a la vida ante Cristo. Y el
tercer espacio es el Reino de Gloria, donde la perfección anhelada de estar
ante la presencia de Dios sin que el pecado, el diablo y la muerte sean
obstáculos para verle cara a cara, y vivir una vida plena y sin final.
Cuando
oramos “Venga tu reino”, no es que el reino de Dios necesita de
nuestra colaboración imprescindible para venir, el reino de Dios viene, en
verdad, por sí mismo sin nuestra oración; mas rogamos en esta petición venga
también a nosotros. ¿A que estamos apuntando con esta oración…? Clamamos entonces
que nuestro Padre celestial nos de su Espíritu Santo, de modo que por su amor
inmerecido creamos su Santa Palabra, la Biblia, y podamos vivir en santidad,
completamente consagrados a Cristo, sin prestar atención ni sumisión al reino
de este mundo, y que podamos vivir en esta entrega por siempre, pudiendo
también hacerlo en el reino venidero.
Cuando
oramos la segunda petición, pedimos que Dios con su gran bondad nos conceda la
verdadera fe, la que nos trae de la vida a la muerte, nos sostenga para que nuestra
vida sea santa, sin permitir que los aspectos del reino de este mundo nos hagan
apartar la vista de nuestro Salvador; y por consecuencia que este reino de
gracia, la de traer vida al que esta muerto en el pecado, sea extendido sobre
la tierra para las millones de personas que siguen al príncipe de este mundo puedan
formar parte del reino de gracia y ser rescatados de la perdición. En esta
petición oramos además, que se apresure la venida del reino venidero para que
podamos disfrutar de la perfecta presencia de Dios, sin que el pecado, el
diablo y la muerte sean obstáculo para ver a Dios y estar en la perfección
completa.
Estimado
hermano, cuando ores esta petición “Venga
tu Reino”, estás reconociendo que formas parte del reinado del vencedor, de
aquél que tiene la victoria asegurada con su resurrección, y que un día
derrotará completamente a aquél que lo enfrenta, pero no nos deja esperar a la
vida eterna para disfrutar de su presencia, ya en esta vida podemos contar con
su vida especial, con su perdón, su paciencia, su obrar, su cuidado, su amor,
su paz… En fin, con todo lo que Dios es y hace. Que este Señor te bendiga.
Pastor
Carlos Brinkmann
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