“Yo no quiero hacerlo…” ¡Cuantas veces lo escuchamos,
¿no es cierto…?! Quizás lo dijimos también…. Cuando alguien nos manda hacer
algo que no nos agrada, o en ese momento no tenemos la voluntad de hacerlo,
decimos esa frase.
Sin embargo,
en la oración del Padrenuestro, en la tercera petición decimos: “Yo si quiero hacerlo…” ¡Que cambio…!
¿No? Para el cristiano no es difícil aceptar la voluntad divina, porque podemos
descubrir aspectos especiales en ella:
Dios
quiere, en primer lugar, que todos sean salvos; en 1 Timoteo 2:4 dice “…el cual (Dios) quiere que todos sean salvos y lleguen al
conocimiento de la verdad…” Desde el bautismo somos transformados en los
hijos de Dios, traídos a la salvación, en “nuevas criaturas”; y en ese crecimiento
hacia la verdad somos edificados y nos transformamos en testigos del Altísimo;
sin embargo, la realidad nos muestra que hay personas que rechazan esta
voluntad, se pierden, y nos imaginamos las lágrimas divinas por cada alma que
lo deja de lado y va camino a la perdición
En 2 Tesalonicenses 3:3 nos dice “Pero fiel es el Señor, que os afirmará y
guardará de todo mal…” Es voluntad de Dios de afirmar la fe y proteger a
sus hijos. Este cuidado divino incluye todas las necesidades de cada día,
comida, vestido, hogar, familia, de la misma manera que un padre terrenal
provee y protege a su hijo. Pero, amplía ese cuidado protegiendo Dios a sus
hijos del mal, advirtiéndonos sobre la tentación mostrando con claridad que es
pecado y que no lo es, y poniéndonos su escudo celestial sobre el mal en sí,
este adversario, Satanás que procura destruir la obra de Dos siempre y en todo
lugar; y le otorga el Señor a sus hijos sabiduría para seguir con claridad y
entender su voluntad.
Cuando
oramos que sea hecha su voluntad en la tierra, que lo sea así como lo es en el
cielo. En el cielo no se encuentra resistencia ni oposición a la voluntad
divina. Sin embargo, en la tierra encontramos al diablo “…como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar…” (1
Pedro 5:8), procurando destruir la obra del Altísimo. Oramos además
pidiendo que nos de la sabiduría y la
fuerza para no amar las cosas de este mundo, no atendiendo las inclinaciones de
nuestra carne; no dejándonos llevar por las cosas de este mundo, las bellezas
externas, los bienes, el status, la vanagloria o el poder, porque la clave para
estar en esta vida es la que encontramos en 1 Juan 15:17 “…y el mundo
pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para
siempre” La clave es la vida eterna.
Como
conclusión, los cristianos enfáticamente queremos hacer la voluntad de Dios,
porque somos sus hijos. Los cristianos renunciamos a la carne, al mundo y al diablo
porque estamos en el camino de la vida eterna. Los cristianos estamos
comprometidos para luchar procurando que la voluntad divina siempre se cumpla
plenamente. Que Dios los bendiga.
Pastor Carlos
Brinkmann
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