En
estos días vamos a meditar sobre la sexta petición del Padrenuestro que dice: “Y no
nos dejes caer en tentación”.
Según
el diccionario, la tentación es un impulso repentino que nos lleva a hacer
algo, generalmente asociado con algo indebido.
Sin
embargo, cuando nos acercamos a la Palabra de Dios podemos ver que hay dos
clases de tentación, la tentación a lo bueno y la tentación a lo malo.
Dios,
en verdad, no tienta a nadie, pero rogamos en el Padrenuestro con esta
petición, que Dios nos guarde y defienda, de modo que el diablo, el mundo y
nuestra propia carne no nos engañen ni seduzcan a creencias erróneas,
desesperación y otros graves vicios y ofensas. O sea, sólo el Señor con todo su
poder nos puede dar la protección, la fortaleza y la sabiduría para distinguir
la tentación a lo malo, ya que el diablo busca destruir la obra de Dios en
nuestras vidas y desviarnos del verdadero camino, como por ejemplo, hacernos
creer que no necesitamos de Dios y que somos lo suficientemente inteligentes y
capaces de desarrollarnos por nosotros mismos; las costumbres del mundo que van
en contra de lo que Dios estableció como bueno para la humanidad: El matrimonio
igualitario, el chisme, etc.; y darnos la sabiduría para distinguir nuestras propias
debilidades, ya que somos imperfectos, y nuestra carne tiene sus aristas bien
definidas en lo concerniente al pecado, así que muchas veces nos da envidia el
progreso de otro, no estamos conformes con nuestro matrimonio, etc. De esta
manera podemos ver como las tentaciones van aflorando en nuestras vidas y es
muy posible que suceda lo que escribió Santiago
en su libro, capítulo 1, versículos 14 y 15: “…sino que cada uno es tentado por sus propios malos deseos, que lo
atraen y lo seducen. De estos malos deseos nace el pecado; y del pecado, cuando
llega a su completo desarrollo, nace la muerte”.
Así
es el progreso de la tentación en nuestra vida, no podemos sacarnos la
responsabilidad propia en nuestra vida; siempre es fácil echarle la culpa a los
demás: “Que este me ofendió…”, “Que me
siento solo y necesito que alguien me escuche…”, “Que no me alcanza lo que
gano…” Poco a poco estos pensamientos, que son las tentaciones que nacen de
nuestra debilidad, o presentadas por el diablo, o practicadas por la sociedad,
van echando raíces, hasta que florece el pecado, “Me tuve que defender de las agresiones de este tipo, ya no lo aguanto
más…”, y así justificamos que le agredamos, que hablemos más de él, que lo
ensuciemos, o que cuando lo veamos lo ignoremos. O la excusa de la infidelidad:
“No me comprenden…”, busco entonces
fuera de mi matrimonio la comprensión, y allí ya floreció el pecado. O veo como
otros progresan y uno tiene que estar remándola con lo poco que está a su
alcance, y nace la amargura y la falta de agradecimiento. Y allí nace el
pecado, que se instala como sistema de vida, y hasta lo justificamos, y tenemos
la imprudencia de participar en la Santa Cena, aún sabiendo que el pecado ya
germinó en nosotros, y no recibiremos salvación, sino eterna condenación, por
eso Santiago dice que del completo desarrollo del pecado nace la muerte. Por
tal razón es imprescindible parar en nuestra vida, reconocer ante Dios que no
hemos permanecido firmes en su fe y amor, y que hemos dejado que el pecado sea
desarrollado en nuestra vida porque no hemos resistido las tentaciones con la
presencia y el poder de Dios. Rogamos entonces, en esta petición que Dios nos guarde
para que la tentación no nos alcance o, cuando él permite que fuéramos
tentados, que nos fortalezca y proteja para que al fin venzamos y obtengamos la
victoria, lo afirma Pablo en 1 Corintios
10:13: “Fiel es Dios, que no os
dejará ser tentados más de lo que podáis resistir, sino que dará también
juntamente con la tentación la salida para que podáis resistir”; y en Efesios 6:13 se afirma: “Tomad toda la armadura de Dios, para que
podáis resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes”.
Dentro
de este panorama sombrío, podemos, sin embargo, encontrar la otra perspectiva
de una tentación, la tentación a lo bueno, ese impulso repentino de hacer la
Voluntad de nuestro Señor. Dios nos tienta a lo bueno para probar a sus hijos a
fin de purificarlos y fortalecerlos en la fe. Lo podemos ver en la historia de
Abraham, cuando Dios le dice en Génesis capítulo 22 que sacrifique a su hijo
Isaac. No podemos olvidar la historia de preparación anterior a este momento de
la vida de ambos. Abraham y Sara no podían tener hijos, por un lado, la
avanzada edad de ambos, por otro lado, Sara tenía un problema de fertilidad, no
podía quedar embarazada. Sin embargo, por la fe y la confianza de Abraham, Dios
permitió de una manera milagrosa que Sara quede embarazada y nace Isaac, el
único hijo que habían tenido, el de la vejez, el de la obra divina; pero ahora,
Dios le dice que lo tenía que sacrificar, lo tenía que matar en el nombre de
Dios. ¡Qué locura para nuestra mente occidental..! ¿No es cierto…? Pero,
Abraham fue, y ese destino de sacrificio estaba a tres días de camino, y sin
embargo, siguió caminando y yendo al mismo, día tras día, hasta que llegaron, y
cuando estaba a punto de concretar el sacrificio, Dios le habla desde el cielo,
y le ofrece un carnero en lugar de Isaac; su fe había sido probada, y como
Abraham confiaba que Dios iba a proveer para el sacrificio, con la resurrección
o por esa manera especial que obró, siguió adelante. Claro, hoy, si alguien
dice: “Dios pide que mate para él a mi
hijos…”, cualquiera de nosotros haría todo lo posible para que lo encierren
o para defender a ese hijos, ya que esta persona estaría fuera de sus cabales;
la historia de Abraham es especial y única, pero el Señor hoy nos tienta para
hacer su voluntad, cuando escuchamos a un hermano, cuando le tendemos la mano,
cuando hacemos algo para él sin esperar recompensa o devolución, cuando compartimos
con nuestro vecino o compañero aquello que creemos; pero también nos tienta en
las pruebas, cuando nos enfermamos, cuando tenemos un problema con alguien,
cuando nos va mal económicamente, cuando fallece un ser querido.
Como
conclusión, pedimos en esta petición que Dios nos proteja de la tentación a lo
malo, y cuando aparezca esa tentación, poder resistir con la herramientas que
Dios nos brinda para salir vencedor; y cuando aparezca esa tentación. Poder resistir
con las herramientas que Dios nos brinda para salir vencedores; y cuando
estemos en un momento de prueba, pedirle la fortaleza para resistir y no
alejarnos d su camino.
Que
Dios los bendiga.
Pastor Carlos
Brinkmann
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