La Parroquia en Imágenes

19 de julio de 2013

POBRES Y RICOS, UN PROBLEMA PERMANENTE



La humanidad dividida entre pobres y ricos arranca desde los albores de la historia. En muchos casos la diferencia entre unos y otros es tan abismal que la misma puede encuadrarse sin mayor análisis dentro de lo inmoral y perverso. Ricos que no saben qué hacer con el dinero y los bienes que tienen, a tal punto que sus actos son frecuentemente ridículos, impulsados por caprichos irracionales. Y por otro lado, pobres que son tan pobres que no pueden conseguir la comida para alimentarse dignamente, o tener agua limpia para tomar. Una desigualdad dolorosa, que manda a unos y a otros a la muerte, posiblemente antes de tiempo.
Hace poco escuché una canción, que en una parte decía, irónicamente: "...de los pobres se ocupa la iglesia. De los ricos se ocupa el gobierno.... entre tanto yo toco la guitarra...". Es así. Mientras las cosas ocurren, muchos tocan la guitarra.
En las Sagradas Escrituras hay muchísimas alusiones a los pobres. Son el objeto de especial cuidado y amor de Dios. Sus sufrimientos suben al trono del Padre, y el Señor escucha sus clamores, prometiéndoles herencia y bendición. (Salmo 41:1, 9:9, 132:15, y muchos más)
Las mismas Escrituras aluden también reiteradamente a los ricos, generalmente en duros términos, como a gente de la que Dios se queja por haberlo dejado, y cambiado por el dios de las riquezas. Las amenazas del Señor son fuertes contra ellos, por su egoísmo y la desconsideración a los pobres, y el abuso y la explotación de estos para su propio beneficio material. (Mt. 19:24, 1 Tim. 6: 9-10, Stg. 5: 1-6, etc.)
Pero también la Biblia pone en claro que la pobreza nunca es una virtud en sí misma, como tampoco la riqueza es un defecto en sí mismo. Los pobres no son justos por ser pobres. Ni los ricos son pecadores por ser ricos. Tanto pobres como ricos estamos alejados de la gloria de Dios por nuestra naturaleza caída, siendo justificados 2
gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús. (Ro. 3:23-24).
No hay defectos ni virtudes intrínsecas en ninguna de las dos posiciones. Todo depende de lo que ambos, ricos y pobres, pecadores los dos e iguales ante Dios, hagan con su pobreza o con sus riquezas. El consejo de Dios nos dice a todos: "...sean justos unos con otros... ganen su pan con el sudor de su frente... no se hagan tesoros en la tierra... sean ricos para con Dios... ¿lo que has acumulado, para quién será?... Buscad primero el reino de Dios y su justicia, y todo lo demás os será añadido... no hurtarás... no codiciarás... conténtense con lo que tienen... no sean ociosos... ayúdense unos a otros... no confíen en las riquezas... (y no se abusen de la pobreza).
Aprendemos en nuestro catecismo que Cristo resucitado es Rey sobre todo. Rey sobre tres reinos que abarcan toda lo existente. El reino del poder, (esto es la realidad terrenal), el reino de la gracia, (esto es, la suma de todos los creyentes sobre la tierra, la iglesia), y el reino de gloria, (esto es el más allá, que llamamos cielo). En el reino del poder se dan las luchas de todo tipo, la división entre pobres y ricos, abusadores y abusados, explotadores y explotados, dominadores y dominados, atropelladores y atropellados, opresores y oprimidos. Este reino debiera ser regulado por leyes justas que estén en sintonía con la voluntad de Dios, y respetadas por todos, sean pobres o sean ricos. Un ideal cada vez más difícil de alcanzar en la práctica.
Como la deseable equidad es tan difícil de ser alcanzada, hay quienes pensaron que habría que imponerla por la fuerza. Y así construyeron sistemas que hicieron correr mucha sangre, y finalmente terminaron en el fracaso, llegando a ser el postrer error peor que el primero.
Otros quieren envolver a la iglesia en esta cuestión, como si fuera su responsabilidad regular desde el poder los asuntos terrenales y temporales. El poder de la iglesia es espiritual. Le ha sido confiada la Palabra y los Sacramentos, y no los fusiles y los manejos financieros o políticos del mundo.
La iglesia debe hacer oír su voz en el mundo, que no ha de ser otra que la ley de Dios, y el evangelio de Jesucristo. Denunciar el pecado, y anunciar la gracia.
Cada cristiano individualmente tiene responsabilidades y deberes que debe ejercer en el reino del poder, a partir del reino de gracia al que pertenece, pero la iglesia como organización humana del reino de gracia tiene una vocación espiritual, y no ha de cometer el error de meterse en asuntos para los que no fue llamada ni enviada. Confundir o mezclar ambos reinos resulta en la perversión de los dos.
Escuchamos mucho, últimamente, hablar al obispo de Roma, acerca de la imperiosa necesidad de ayudar a los pobres. Está bien. Pero lo que no se escucha es hablar acerca de los ricos, como si ellos no necesitarían ayuda. La salvación y la condenación están delante de pobres y de ricos. Y ahí sí que la iglesia debe intervenir con la ayuda de parte de Dios. Pero, ¿a quién le interesa este asunto en el que el dinero cuenta poco o nada? Espero que a nosotros. 3
Hubo y hay ideologías que quieren "arreglar" las cosas según sus criterios, apelando a "revoluciones", (justificando aún la violencia para imponerlas). La así llamada "teología de la liberación", que tuvo su apogeo en la década del 70, se acercaba mucho, en algunos casos, a esta manera de ver las cosas. El error de fondo está en ver a la sociedad dividida entre malos y buenos. Entre pecadores y justos. Según el nivel económico en el que se encuentren las personas.
Los cristianos fieles, inspirados por la Palabra de Dios, y guiados por el Espíritu Santo, como peregrinos en el reino del poder, asumimos nuestro privilegio de ser ricos para con Dios, con tesoros eternos, que nos fueron regalados por gracia, y tratamos de compartirlos con pobres y ricos. Así también dejamos que los frutos del evangelio se manifiesten en mayor justicia, equidad, amor, bondad, respeto, solidaridad, perdón y responsabilidad hacia nuestros semejantes, para que todos podamos vivir mejor.
Saludos fraternales en el amor de Jesús:
Pastor Carlos Nagel

Presidente de la IELA.

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